La contabilidad y fiscalidad de la empresa se pueden - y deben - conciliar al menos una vez al año. Este proceso consiste en conciliar la información contable con el resultado fiscal para asegurarse que todas las partidas presentes en la contabilidad han recibido el debido tratamiento fiscal.
Es bien sabido que las operaciones realizadas por las empresas a lo largo de cada ejercicio deben liquidarse fiscalmente y anotarse en la contabilidad, para su reflejo en las declaraciones informativas, resúmenes anuales y en los estados financieros correspondientes. La conciliación fiscal y contable pretende asegurar que este proceso se ha realizado correctamente.
Los importes registrados en la contabilidad no serán los mismos que los estén indicados fiscalmente, ya que en los registros fiscales el ingreso se mide por si es gravado o no, y por qué cantidad, y los gastos se miden según si son o no deducibles. Estas diferencias hacen que sea importante realizar el proceso de conciliación entre contabilidad y fiscalidad para detectar todos los posibles errores que hayamos podido cometer.
Idealmente la conciliación contable y fiscal se tiene que realizar como mínimo una vez al año. El proceso empieza con el saldo contable y el saldo fiscal. Al saldo contable habrá que sumarle las partidas que aumentan la renta gravable (pérdidas no deducibles, ingresos gravables no incluidos en el Estado de Resultados, etc.), y restar las que la disminuyan (pagos debitados a cuentas de pasivo, gastos estimados, etc.). También se tendrán que depurar las rentas que se consideran exentas.
Finalmente se revisará las compensaciones fiscales que se pueden dar en caso de pérdida fiscal o por un exceso de renta presuntiva.
Para el presente post, hemos contado con la ayuda de:
Co-fundadora de Rodríguez Tortajada Economistes, profesional del asesoramiento contable con más de 20 años de experiencia en el sector.
