Los tickets son la base para justificar los gastos realizados en un viaje de empresa. Dado que lo que se paga en efectivo no queda asociado a ninguna persona concreta mediante el justificante se propician casos de fraude interno, es posible intentar ciertos trucos como el intercambio.
La nueva y demasiado restrictiva política de gastos de la empresa la estaba trayendo de cabeza. Para hacer las cosas todavía más difíciles habían puesto límites a varias de las partidas de gastos. La que le ocasionaba más problemas era la de los parkings, mes tras mes la superaba. Para muchos de sus compañeros, que tenían asignadas zonas más rurales no había problema, pero para ella, que pasaba el 80% de su tiempo en Madrid, suponía un gran dolor de cabeza.
Esto la obligaba a perder demasiado tiempo buscando aparcamiento gratuito. No era práctico ni productivo. Como si no tuviese suficiente con lidiar con los posibles clientes, había pasado a tener que lidiar con todo la falta de aparcamiento en las zonas de negocios de la ciudad. Por supuesto, a veces su suerte se acababa y tenía que tirar de parkings.
Había calculado que a un ritmo normal de trabajo, el límite marcado le permitía usar parkings aproximadamente hasta la tercera semana del mes. A partir de ahí tenía que buscarse la vida para aparcar, en el Departamento de Finanzas habían sido muy claros en que no pagarían los tickets que superasen el límite acumulado fijado.
Para ella, la situación no era justa. Era absurdo que la empresa fijase los mismos límites para todo el equipo comercial sin tener en cuenta sus circunstancias de trabajo. Y por si fuera poco, las reglas además de injustas era estrictas, con eso solo conseguían fomentar lo que estaba pasando, que la gente se las ingeniase para saltárselas.
El equipo del que formaba parte estaba bien avenido, una de las cosas que le gustaban de su trabajo era el buen ambiente con el resto de trabajadores. Lo que hacía ella para solucionar su problema era sentarse con Ignacio a final de mes para el intercambio de cromos, como habían pasado a llamarlo.
Ignacio tenía asignada una zona muy extensa en la que la mayoría de ciudades eran pequeñas y sólo pasaba por Madrid ocasionalmente. Él no tenía problemas con el límite para parkings pero sí para el de gasolina. Hacía muchos kilómetros y el coche de empresa que le habían puesto no era precisamente un último modelo. Por supuesto, podrían descubrirlos si pudiesen comparar sus destinos en una fecha dada con la dirección del ticket de ese día, pero no era fácil ya que esa información sólo la conocía el responsable del equipo.
De hecho, lo que ellos hacían era una práctica generalizada y, en su humilde opinión, la había provocado la propia empresa al establecer un política de gastos que no se ajustaba ni de lejos a la realidad de lo que su trabajo requería.
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