El fraude interno existe en la mayoría de empresas, no hay que negarlo. Puede tener un alcance grande o pequeño, pero lo cierto es que son pocas las corporaciones que se salvan de sufrir este tipo de problemas. Por eso, el control del fraude interno puede llegar a suponer una gran ventaja competitiva, que permita reducir costes y mejorar la eficiencia de los procesos. Descubre más a continuación.
A pesar de ciertos prejuicios, el fraude interno afecta a todo tipo de empresas, sean grandes o pequeñas. Por esto el control del fraude tendría que estar presente en todas las sociedades, aunque a la práctica no es así, a pesar de las numerosas mejoras que aporta.
Un correcto control del fraude interno supone promover y mejorar la eficiencia de los procesos y operaciones de la empresa, ya que se evitan costes innecesarios, y también es una forma de proteger los activos de la empresa, para la buena salud de ésta. Además, puede lograr alinear los trabajadores con las políticas de la dirección de la empresa en cuanto a gastos. Otra ventaja es conseguir datos e información correcta, que refleja la realidad de la empresa, para un análisis y reporting adecuado.
Por lo tanto, poder controlar el fraude interno de la empresa supone una ventaja competitiva por varias razones. Las principales son:
- Se reducen los costes. Esto puede suponer más margen comercial para la empresa o la posibilidad de ajustar más los precios de sus productos o servicios
- Se toman mejores decisiones estratégicas. Las decisiones se toman en base a la información disponible. El fraude interno distorsiona los datos, por lo que tener información fiable permite tomar decisiones que se ajustan mejor a la situación real de la empresa y su entorno
- Se mejora el clima laboral. Cuando ciertos individuos de la empresa cometen fraude interno, puede generar situaciones incómodas y tensas con los demás trabajadores.