Es muy habitual aprovechar los desplazamientos, ya sea en avión, en tren o incluso en metro o autobús, para leer emails o revisar documentos del trabajo. Pero a veces no tenemos en cuenta que estamos leyendo documentos confidenciales en un entorno poco privado. Y esto puede suponer un riesgo para la seguridad de la empresa.
Según un estudio de Iron Mountain, ⅔ de los usuarios de transporte público cotillean los dispositivos o papeles de las personas que tienen al lado. El 21% también confiesa consultar documentos sensibles o secretos en el transporte público, mientras que el 14% afirma haber tenido acceso a información confidencial de alguna empresa de esta manera. Así pues, no es algo a tomarse a la ligera.
Para empezar, hay que concienciarse de la necesidad de tomar unas mínimas medidas de seguridad e intentar no acceder a información confidencial en entornos públicos. Pero si no nos queda más remedio, no es mala idea incorporar un filtro a la pantalla del dispositivo que tengamos por costumbre consultar durante los desplazamientos que impida la visión lateral.
A menudo, al hablar de seguridad y confidencialidad, lo relacionamos con el formato digital y a los robos de datos informáticos. Pero el papel no es más seguro. Es fácil perder u olvidar un documento en papel en un lugar público, e igual de fácil para los cotillas echarles un ojo por encima de nuestro hombro. A menudo también se comete el error de tirar la documentación tal cual a la basura. Si se trata de información confidencial o sensible, lo mejor es esperar a llegar al trabajo y pasarlo todo por la trituradora de documentos.
Además, no hay que olvidarse de los ladrones y carteristas, y tener en cuenta las normas básicas de seguridad durante los viajes: no dormirse si se está solo, no perder de vista las maletas, portadocumentos y demás bolsas, tener cuidado con los carteristas y evitar ser demasiado ostentoso o llamativo.
